Casualmente, hace unos años conocí a una persona excelente gracias a otra quien, casualmente, conocí poco antes. La participación de la segunda fue indirecta: jamás me presentó a la primera. Con la primera, hemos compartido charlas divertidísimas, con la segunda apenas si hay química, y ni hablar de charlas. Y, a veces, me pregunto qué pasaría si no hubiese conocido a la primera; de la segunda no lo pienso.
(¿Qué hubiese pasado si no la conocía?)
A veces, me gusta creer que, si no la conocía como la conocí, podría haberla conocido de alguna otra manera —desconocida—: suena bien e imagino. ¿La hubiese conocido el mismo día? ¿o Días o años después? Si yo hubiese ido para allá, en vez de para allí, ¿nos hubiésemos encontrado? ¿hubiésemos hablado? ¿nos hubiésemos reconocido como dos que tenían que —estaban destinados a— conocerse? Seguro que sí. Una vez, me contaron que todo es posible, si creo en ello. Suena bien.
(Puede que ni siquiera sea necesario preguntarlo, porque seguro que solo podía pasar lo que pasó, nadie tiene el poder de cambiar el poder de sudestino, de ese que es impuesto por estrellas y planetas y que es pronosticado por personas que discuten sobre en qué cielo que no existe basan sus predicciones. Y eso, me dijeron, es así. Pero, como no me convenzo, me lo pregunto igual: ¿cuándo nos hubiésemos conocido?)
Días años o tiempo antes, no nos podríamos haber encontrado con esta primera persona. Si todavía no la conocía, y estaba destinado a conocerla, tendría que pasar días o años después. A no ser que, el hecho de no conocerla antes, sea una simple consecuencia de que todo —los planetas, las estrellas, la Luna, los conejos— estaba alineado para ocurra ese día a esa hora a través, indirectamente, de ese alguien.
(Me gustaría saber también, de qué signo somos: de qué signo es nuestra relación. Cómo voy a saber cuál es nuestra suerte y eldestino de nuestra relación si no sé de qué signo es. ¿No? Si yo tengo mi signo y esa persona tiene su signo, entonces nuestra relación tiene un signo. Suena lógico —suena lógico—. Si le pregunto al diario o a buena parte de esos que no se ponen de acuerdo en qué cielo que no existe basan sus pronósticos, creo que somos de Virgo; si le pregunto al cielo, creo somos de Leo. ¿A quién le creo? ¿Le tengo que creer a alguien?)
Otras veces, me gustaría creer que no creo. Pero no es romántico: ¿quién quiere pensar algo tan sensato como eso de que eldestino no existe? ¡Qué aburrido! Que todo sea por casualidad, ¿cómo se puede vivís pensando eso? ¿Para qué? ¡Qué falta de imaginación! ¡qué cerrado que sos! ¿Cómo no vas a creer en la alineación de lunas y conejos? Eso —¿eso?— es tener mente abierta. Tenés que escuchar otras opiniones. Otras opiniones merecen ser escuchadas. No les crees a aquellos que no tienen reconocimiento, pero te creés —¿me las creo?— las cosas que dicen los expertos.
(O, por ahí, hace que todo sea más valioso.)
A algunos les molesta el escepticismo, el no creerse de una cualquier cosa que les cuentan. Incluso les molesta la ciencia y el deseo de saber cómo funcionan las cosas; que por qué eliminar el misterio, dicen, eso es lindo. Sin embargo, parece que son pocos los que se contentan con no saber. Quedarse con el misterio no es sinónimo de no saber, después de todo no es raro encontrarse que, los que simpatizan con lo contrario, buscan conocer su carta cósmica o miran el diario —o le preguntan a su amigo que mira un cielo que no existe— para ver si la alineación de conejos —en ese cielo que no existe— les traerá suerte. ¿Cómo alguien puede decir que algo es un misterio, para luego realizar una serie de afirmaciones rematada con un eso lo que creo?
Los prejuicios son malos, claman, entonces ¿es necesario que lo que desconocemos responda a nuestros prejuicios? Es decir, ¿es necesario creer lo desconocido es como nosotros deseamos que sea?
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7 comentarios sobre “Casualidades deseos destinos deseos y cielos”