La gente cuenta historias y la otra gente las cree, las difunde. Los OVNIs nos atacan y esta vez vienen en forma de meteoros, bolas de fuego, bólidos, nubes con formas raras y aviones. Hay videos. Los astrónomos, astrónomos aficionados y no astrónomos explican, informan, pero para cuando llega a la gente, todos son astrónomos y sus palabras –que ya no son suyas– no explican, ni informan.
Las Líridas: los OVNIs vienen de las Líridas.
Un par de días después, todo y toda se calma al ver que todos y todas se olvidan rápido –o al revés–. Los OVNIs que tenían forma de nubes con forma de aviones, bolas de bólidos, fuego y meteoros raros resultaron no ser OVNIs: eran meteoros, bolas de fuego, bólidos o meteoritos –dependiendo de la fuente de información–, nubes con formas raras y aviones; o podían ser chatarra espacial.
En el medio, los especialistas –y los entendidos en el tema– intentaron aclarar una jerga que tampoco está muy bien definida: meteoroide es una piedra que anda dando vueltas por el espacio, meteoro es una de esas piedras cuando está cayendo en la Tierra, meteorito es lo queda en el suelo –si es que queda algo–. Bólidos son los meteoros que se fragmentan –se desarman– e incluso explotan durante la caída, como el de Rusia; bolas de fuego son los se ven más brillantes que Venus mientras caen. Y varios de los especialistas se olvidaron de la chatarra, que no entra en ninguna de esas categorías y, sin embargo, generalmente son indistinguibles a los meteoros.
¿Y si alguien ve una bola desde muy lejos? Probablemente vea un simple meteoro, si es que alcanza a apreciar algo –y ver un meteoro de muy cerca implicaría ver una bola de fuego–; no es lo mismo ver una linterna a cien metros de distancia que tener una linterna adelante de un ojo. Lo mismo se aplica para los bólidos: estando suficientemente cerca, se puede ver como se fracciona; pararse lejos implica ver un punto brillante transformándose en un punto brillante. De hecho, que un meteoro no golpee el suelo implica que tuvo que desarmarse y eso lo convertiría en un bólido.
Otra vez, las definiciones astronómicas –que en el fondo no están muy bien definidas– y las ganas de los medios de llamar la atención de la gente, genera confusión. Y, nuevamente, es como si de repente, si Júpiter se pasara a llamar Gustavo o Clara, hiciera que dejara de ser un gigante gaseoso; como si el nombre fuera el reflejo de la cosa.