Eclipse solar absoluto del 13 de noviembre

Propaganda New Age del eclipse solar absoluto del 13 de noviembre
El afiche que acompaña la noticia
Hace unos días empezó a circular, por Facebook, la noticia –reproducida en varios lugares, acompañada por un afiche estilo New Age– sobre un eclipse solar absoluto que ocurrirá el 13 de noviembre de 2012. Dice la noticia que el eclipse se verá parcialmente desde Argentina y Chile, y habla de angostas franjas –que luego no son tan angostas–, de un eclipse total en los alrededores de El Calafate, de mayores porcentajes de diámetro solar cubierto y de horizontes noroestes limpios para observar la puesta del Sol, que es cuando se vería el eclipse; todo decorado con términos mal usados. El artículo más viejo parece ser uno del 8 de octubre en gabehash.com, que casualmente fue reproducido en páginas muy New Age y tuvo un gran empujón por parte del sitio La Bioguía el 21 de octubre.

Decir que se apreciará el evento desde Argentina es algo delicado: a duras penas se verá algo desde la Patagonia –mejor entre más al suroeste–, durante los últimos minutos del día; si no se tiene ningún edificio o árbol que tape el ocaso, claro. En esta zona privilegiada, apenas se observará un eclipse parcial. Lamentablemente habrá que esperar hasta el 2017, para un eclipse anular, o al 2019 y 2020, para eclipses totales.

Como decía algún libro medio viejo de astronomía: los eclipses de Sol son eventos lo suficientemente raros como para fascinarnos cada vez que los presenciamos, pero lo suficientemente comunes para poder ver varios en nuestra vida. Por cuestiones geométricas de la cinemática de la Tierra y la Luna alrededor del Sol –es decir, por cómo se mueven la Luna y la Tierra alrededor del Sol– hay un promedio de dos eclipses solares y dos lunares por año. Sin embargo, se dice que los eclipses de Sol son más raros porque en los mejores casos se pueden ver como totales o anulares en una pequeña franja de unos ciento cincuenta kilómetros de ancho y como parciales en una franja de alrededor de cinco mil kilómetros de ancho; por el otro lado, los de Luna se pueden observar en medio planeta.

Los eclipses solares –y los lunares–, de raro, no tienen nada.
 

Mejor que tratar de ver un eclipse que no se va a ver, recomiendo esperar con pochoclos un fin del mundo que no va a ser fin del mundo.

Miramos aún más en el pasado

Cada vez que alguien mira al cielo a simple vista, mira al pasado: al pasado de otro objeto, no al propio. De hecho, cada vez que mira algo, incluso esa taza de café que tiene en frente, ve el pasado de ese algo. Generalmente, esos algos suelen estar bastante cerca y, en consecuencia, su pasado está aun más cerca, tan cerca que es presente.

En el cielo: observa a la Luna, la ve como era hace poco más de un segundo; observa al Sol, lo ve como era hace poco más de ocho minutos; observa un planeta, lo ve como era hace algunos minutos o algunas horas, dependiendo de cuál planeta y cuándo lo observa; observa una estrella fuera del Sistema Solar –o sea, cualquier estrella que no sea el Sol–, la ve como fue hace más de cuatro años. Hasta puede llegar a mirar cómo eran ciertas estrellas hace unos dos mil quinientos años, o puede disfrutar –sin mucho detalle– la Pequeña Nube de Magallanes hace doscientos mil años e incluso apreciar la belleza de hace dos millones y medio de años de la galaxia de Andrómeda; pero no mucho más. Para ver más cosas necesitamos binoculares, luego telescopios, que, como los ojos, tienen sus limitaciones.

Los telescopios permiten ver más en el pasado: el pasado de más cosas y cosas en un pasado más pasado.

Hubble eXtreme Deep Field
Hubble eXtreme Deep Field – Crédito: NASA; ESA; G. Illingworth, D. Magee, and P. Oesch, University of California, Santa Cruz; R. Bouwens, Leiden University; and the HUDF09 Team

A fines de septiembre, se publicó un nuevo Deep Field –Campo Profundo– del Hubble: el eXtreme Deep Field, una especie de renovación de otra imagen, el Ultra Deep Field.

Es una región tan pequeña del cielo, que casi no hay estrellas de nuestra Galaxia en ella; una región en es casi un décimo del tamaño de la Luna llena. Es una foto, compuesta de más de dos mil imágenes de la misma región cuidadosamente procesadas, llena de hermosas pequeñas galaxias con algunos detalles que no son tan relevantes frente a todos los puntitos del fondo: esa región del cielo fue observada principalmente para ver esos puntos que se pierden en el fondo.

Cada uno de ellos –prácticamente todos– son galaxias que ahora, quizás, son como la nuestra, pero tan alejadas que las vemos como si tuviesen unos pocos cientos de millones de años –pocos comparados con los miles de millones que tienen las galaxias y con la edad del universo–. Estudiarlas comprueba o refuta distintos modelos sobre el origen y evolución de las galaxias y del Universo que tratan de explicar, por ejemplo, por qué las galaxias espirales son espirales: por qué tienen brazos en forma de espiral.

Y por eso, ahora miramos aún más en el pasado: el pasado de aun más cosas y cosas en un pasado aún más pasado.

Y explicamos –o tratamos de explicar–.

Si el nombre es el reflejo de la cosa

Plutón no es más un planeta, ahora es un planeta enano.

Una colisión entre galaxias en NGC 6745 — Créditos de la imágen: NASA, ESA, and the Hubble Heritage Team (STScI/AURA)-ESA/Hubble Collaboration — Reconocimientos: Roger Lynds (KPNO/NOAO) et al.

Ahora –desde 2006– hay tres categorías, dos de ellas con nombres y definiciones algo ambiguas, para clasificar los cuerpos del Sistema Solar que no son satélites de otros: hay planetas, planetas enanos y cuerpos menores del Sistema Solar.

Al menos ahora hay definiciones.

Planetas son aquellos cuerpos celestes –que no son satélites– que giran alrededor del Sol, que son lo suficientemente grandes como para ser –aproximadamente– esféricos y que han limpiado su órbita de otros objetos: Urano, Tierra, Júpiter, Mercurio, Neptuno, Venus y Saturno. Los planetas enanos son como planetas que no limpiaron su órbita de otros objetos: giran alrededor del Sol y son aproximadamente esféricos. El resto de los objetos que son como planetas enanos pero que no son esféricos –o sea los que solo giran alrededor del Sol– son los cuerpos menores del Sistema Solar.

Hay pequeñas cuestiones con esto de qué significa limpiar su órbita o qué tan esféricos tienen que ser los planetas enanos para no ser considerados cuerpos menores del Sistema Solar. También está el tema de que los planetas enanos no son planetas, aunque el título de planeta enano tiene la palabra planeta en su nombre.

Al menos se avanzó un poco.

Es una buena práctica distinguir las diferencias entre varias cosas para meterlas en bolsitas distintas –categorizarlas– según qué características –no– comparten. Quizás, por ejemplo, objetos del Sistema Solar medio parecidos comparten orígines similares y eso puede dar pistas sobre cómo llegamos a donde estamos. Otra cosa es olvidarse que las categorías –las bolsitas– no hacen al objeto y se pueden llamar planeta, como se pueden llamar Paula o Patricio.

Como dice el poema de Borges:

«Si el nombre es el reflejo de la cosa
como decía el griego en el Cratilo,
en las letras de “rosa” está la rosa
y todo el Nilo en la palabra “nilo”.»
— Jorge Luis Borges